¿Qué tienen en común José Saramago y Chuck Norris? ¿Y qué tiene todo esto que ver con los Simpsons, y menos aún con los tebeos de los Simpsons?
La respuesta sólo la tienen el dibujante de cómics argentino Darío Adanti, autor de la ilustración de aquí encima, que acompañaba el texto de uno de los geniales (todos, siempre) artículos de Jordi Costa para su extraordinario libro "Monstruos modernos!" (Astiberri, 2008), precisamente dedicado a Homer Simpson y la masculinidad calzoncillera.
Copio a continuación el texto que acompañaba a la imagen, y que nos daba lecciones de todo esto (a propósito del estreno de "The Simpsons movie"). Lo he recuperado para esta antología de Simpsons dibujados que estoy construyendo poco a poco, porque no quería que faltara:
HOMER SIMPSON o El Eterno Masculino
ÚLTIMOS RASTROS: Tras veinte años de promesa mantenida, llega por fin "Los Simpsons. La película" para demostrar que Homer es, también, carne de blockbuster veraniego con ímpetu apocalíptico.
1. Hombres, hombres: Ríos de tinta han corrido a propósito del Eterno Femenino, pero a nadie le ha dado por poetizar la Quintaesencia Masculina. Quizás porque no es etérea, sino rotunda, con visible longplay en el sobaco y, con perdón, pelos en los huevos. Lo Masculino, Lo Viril, Lo Macho son distintos nombres para una realidad tremendamente impopular en la era de la corrección política. Todo lleva a que nadie saque de su error al hombre con minúsculas, empeñado en creer que la versión absoluta de lo suyo (o sea, el Hombre con mayúsculas) podría asemejarse a un Charles Bronson, un Burt Reynolds, un Chuck Norris o, en el mejor de los casos, un John Wayne, iconos que, por otro lado, no dejan de tener cierto componente Village People. Y no. Lo que todo hombre lleva dentro no es eso (un machote), sino algo bien distinto: un Homer. Él es quien da verdadera forma y contenido al Eterno Masculino. ¡Todos somos Homer! Aquello que define nuestra pertenencia al género masculino es un gordo en calzoncillos, derrumbado en un sofá, con la bocaza abierta, babeando. Y, por supuesto, roncando. Él es nuestro mínimo común denominador, aunque queramos disimularlo. Sí, aunque les cueste creerlo: también José Saramago, Julio Medem, el gaitero Hevia e incluso Richy Bastante tienen un gañán con el calzoncillo sucio en el fondo del alma… hinchándose de cerveza Duff.
2. El triunfo de la (poca) voluntad: Homer Simpson procede de un tronco evolutivo bien definido. Después de varias declinaciones antediluvianas del Patán Primigenio, apareció el Primer Padre: Ralph Krandem o, lo que es lo mismo, Jackie Gleason en su fundacional papel de la telecomedia “The Honeymooners” (1955), un conductor de autobús iracundo, malhablado, pero siempre dispuesto a soñar en el golpe de fortuna que le cepillaría, de una vez por todas, la caspa de perdedor acumulada sobre los hombros. Cinco años más tarde, vendría Pedro Picapiedra (con su vulgaridad tan de prehistórica clase media), el ancestro directo de Homer, que, finalmente, encarna la máxima depuración del concepto. Es imposible odiar a Homer (que, en muchos sentidos, nos parece casi español), aunque alguna de sus cabezadas podría activar la catástrofe nuclear que pondrá fin a la historia del planeta: sabemos que es nuestro espejo y no aspiramos a otra utopía que a experimentar, una y otra vez, su prosaico arrobo ante la irrefutable verdad de un agujero de donut.
"Monstruos modernos!", de Jordi Costa y Darío Adanti está publicado por Astiberri, recopila los artículos que ambos hacían al alimón para el suplemento On Madrid de El País, y es uno de los libros más bonitos e interesantes del planeta.
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