Dentro de la vasta producción de tebeos de superhéroes en la editorial Marvel, además de justicieros urbanos o mutantes ha habido siempre una clara predilección por las aventuras en el espacio exterior. El origen de los pioneros 4 Fantásticos está en un accidente astronáutico. El propio traje simbionte (el negro, vamos) de Spider-Man llegó del espacio. La Patrulla-X y todos los Vengadores se ha enfrentado docenas de veces con razas aienígeneas (Shi'Ar, Kree, Skrull,
etcétera). Pero si hablamos de un superhéroe espacial de Marvel por antonomasia (con permiso de Nova, ROM y Alf) tenemos que citar a Silver Surfer, o Estela Plateada. Un icono (surf) pop de los setenta, gracias a John Buscena y a Joe Satriani. Pero hablar de Silver Surfer, y de tebeos cósmicos de Marvel en general, es hablar de
Jim Starlin y
Ron Lim, dupla de guionista y dibujante garantía absoluta de que en sus páginas se va a viajar por el Cosmos y por todo tipo de planetas imaginables.
Cómo no, ellos son los encargados también de
Silver Surfer nº 41 (1990), una historia surrealista en cuya portada Estela Plateada está en la cola del INEM de algún planeta lejano, y dentro se dedica, efectivamente, a buscar un trabajo mundano, porque el gremio de Heraldo de deidades cósmicas devoradoras de planetas está de capa caída.
Lo de Silver Surfer haciendo colas y deambulando a pie por un planeta extraño, es la excusa perfecta para que Ron Lim haga lo que mejor sabe hacer: dibujar extraterrestres bizarros sin parar. Y sin ir más lejos, en una de las páginas el protagonista se cruza con un simpático marcianito tríclope del planeta Springfield.
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